A la sombra e hidratados: El ABC para evitar un golpe de calor este verano
Se acerca el verano y la temperatura y húmedad ambientales suben. Especialistas del Hospital de Clínicas alertan sobre el impacto del calor sobre la salud. Buscar lugares frescos, preferir espacios verdes, evitar horarios donde el sol es más fuerte y llevar una alimentación e hidratación adecuadas son algunas de las recomendaciones para no sufrir algunos de los problemas frecuentes en esta etapa del año.
La enfermedad por calor y su forma más grave, el golpe de calor, insolación o hipertermia severa, se da en un contexto de una elevada temperatura ambiental, con o sin elevada húmedad ambiental, y más si se produce durante varios días consecutivos, como sucede en una ola de calor. Normalmente, la temperatura corporal se mantiene en un rango estrecho, entre 36 y 37,5 grados, gracias a la termorregulación. Cuando la temperatura ambiental supera a la del cuerpo, este puede perder la capacidad de eliminar el calor, tanto el que genera el metabolismo como el absorbido del ambiente.
“Las elevadas temperaturas ambientales, con o sin una elevada húmedad, afectan la vida de las personas, no sólo la de las más vulnerables. Clásicamente, la enfermedad por calor la hemos descrito en adultos mayores; niños pequeños; embarazadas; individuos con enfermedades crónicas; personas que consumen ciertos fármacos y drogas de abuso; en deportistas sin enfermedades, pero sometidos a una gran carga física en temperaturas extremas, como, por ejemplo, durante una maratón. Hoy sabemos que el calor afecta a todos. Un grupo de investigadores mostró cómo durante una ola de calor estudiantes universitarios jóvenes y sanos, que tenían aire acondicionado en sus residencias, tenían un mayor rendimiento cognitivo que los que no tenían dicho artefacto en su casa. Esto prueba que en mayor o menor medida el calor nos afecta a todos”, explica Ramiro Heredia, médico Clínico de la Séptima Cátedra de Medicina Interna del Hospital de Clínicas.
Asimismo, advierte lo que puede suceder en el contexto actual: “Se eleva la temperatura corporal hasta valores por encima de los 40,5 grados centígrados y se presentan síntomas neurológicos, como dolor de cabeza, náuseas, vómitos, sensación de desvanecimiento, agotamiento, cansancio, debilidad, alteraciones del nivel de conciencia, confusión, agitación, letargo, convulsiones, síncope e incluso coma. Además, aumenta la frecuencia cardíaca, con palpitaciones, y la frecuencia respiratoria, al tiempo que baja la tensión arterial. También puede presentarse sensación de falta de aire por edema pulmonar. A su vez, la boca se vuelve seca y pastosa, y la sed es intensa. Otros síntomas incluyen que la piel se ponga roja, caliente, inicialmente húmeda por la intensa sudoración, pero luego, por la importante pérdida de líquidos, esta se vuelve seca. Una vez que se presenta el golpe de calor, es un cuadro grave, que requiere de atención médica urgente, con riesgo de vida y de secuelas”.
Dos elementos son claves para prevenir o atenuar los efectos del calor sobre la salud de las personas. Uno de ellos es mantener una hidratación adecuada. En términos generales, se recomienda que un adulto sano consuma 2,5 a 3,5 litros de agua por día, de acuerdo a su género y talla. Dicha cantidad se podrá incrementar según las necesidades como, por ejemplo, la realización de ejercicio. El golpe de calor se puede dar en personas incluso que están bien hidratadas.
“La otra es evitar realizar actividad física o exponerse al sol directamente en los horarios que más calienta, como las 10-11 horas y las 16-17 horas. Además, deberíamos procurar estar en ambientes frescos, bien ventilados. Si está disponible, el uso de aire acondicionado es de gran ayuda. Los ventiladores también son útiles: estos no bajan la temperatura del ambiente, sino que mueven el aire y ayudan a ‘sacarnos’ la humedad que nos rodea, lo que hace que nos sintamos más frescos”, indica el profesional.
A su vez, subraya: “Tenemos que tener especial atención a la hidratación de bebés y niños, como así también de los adultos mayores y las personas más vulnerables como, por ejemplo, los residentes de geriátricos y las personas con alguna dificultad para la comunicación, ya sea por enfermedades neurológicas o psiquiátricas, que no puedan expresar la sed o alejarse del ambiente caliente por sus propios medios”.
Teniendo en cuenta que la mayoría de las plazas son de cemento, conviene buscar lugares que sean frescos, espacios verdes donde corre brisa o viento. “Si se decide hacer actividad física, el entrenamiento debe incrementarse en forma progresiva: primero se aumenta la frecuencia semanal, luego el volumen y finalmente, la intensidad. Se recomienda hacer actividad física por la mañana temprano o por la tarde, luego de la caída del sol”, señala Heredia.
Con respecto a los bebés, los síntomas del golpe de calor pueden tener ciertas características: suelen estar tranquilos, con una baja en su actividad normal, se quedan dormidos, pierden la iniciativa o tienden a no comer ni llorar.
¿Qué hacer ante un golpe de calor?
Lo primero es contactarse con el sistema de salud. Se debe bajar la temperatura corporal: poner a la persona en un lugar fresco, que puede ser una habitación o un auto con aire acondicionado, o colocarla frente a un ventilador, mojarle la piel con paños o agua fría, y retirar todas las prendas que se pueda. Se debe tratar de rehidratar a la persona, con líquidos fríos, en forma regular, hasta que llega el médico y se arriba al centro de salud.
¿Qué medidas se pueden tomar para prevenir los efectos del calor sobre la salud?
– Mantener una adecuada hidratación. Para esto es aconsejable la ingesta de líquidos, en especial agua, preferentemente fría, durante todo el día. La cantidad de la misma varía en relación a la edad, actividad y antecedentes médicos. En forma de orientación, 2,5 a 3,5 litros de líquidos fríos es una cantidad adecuada. Se deben evitar las bebidas con alcohol, cafeína o azúcar. No esperar a tener sed para beber líquidos.
– Tener una alimentación más sana, rica en frutas y verduras. Evitar las comidas con mayor contenido graso, más pesadas, que generan más trabajo en el tubo digestivo.
– Usar ropa de colores claros, liviana, en especial ropa de algodón evitando nylon o poliéster.
– Usar gorras o sombreros a la hora de transitar en horas de sol. El uso de anteojos de sol también ayuda.
– Usar protector solar al menos con un factor de protección solar de 30 y prestar atención al tipo de piel y antecedentes médicos: la piel sana regula mucho mejor la temperatura corporal que la piel quemada por el sol.
– Evitar exponerse directamente al sol a las horas de mayor calor (dependiendo de cada zona geográfica) para realizar actividad física o trabajos. En nuestro país debe evitarse hacer ejercicios o transitar entre las 10-11 horas y las 16-17 horas.
– Si planeas hacer deporte, tener en cuenta tomar una adecuada cantidad de líquidos antes, durante y después de la actividad física. Se puede usar agua, así como distintas preparaciones de bebidas deportivas con sales minerales.
– Preferir espacios y ambientes ventilados tanto para realizar tareas habituales como para realizar ejercicios. Disfrutar los espacios verdes con sombra natural.
– La ducha diaria con agua templada es recomendable para reducir el calor corporal y remover el sudor de la piel.
– Estar atento a las personas susceptibles, como los adultos mayores, niños pequeños, personas con enfermedades crónicas, embarazadas, etcétera.
– Ante cualquier duda, consultar al médico.